El 5G llegará más adelante.

Cuando escribí a principios de año en esta misma tribuna que en 2020 llegaría 5G al gran público, por la disponibilidad de planes comerciales, cobertura, de terminales y de eventos que actuarían cómo escaparate de las prestaciones asociadas a esta tecnología, quizás debiera haber sido consciente que en el país en que más avanzado está su despliegue, China, estaba surgiendo una amenaza terrible a la salud pública que segaría tantas vidas y traería la desolación a las economías de todas las naciones.
En 2020 no habrá, ya lo sabemos, Eurocopa de Fútbol, para poder experimentar en Bilbao las nuevas posibilidades del vídeo en el móvil, como no habrá un amplio catálogo de terminales 5G más o menos asequibles, ni significativamente más cobertura que la que pudiera haber a finales del año anterior en los principales núcleos de población, dada la suspensión de los despliegues y la renegociación obligada de los contratos con los proveedores de equipamientos y soluciones ni, con bastante probabilidad, nuevos planes de datos para la transición del 4G al 5G, en plena efervescencia de las tarifas planas vinculadas a productos convergentes hogar-móvil, que hace pensar en una nueva y más agresiva disputa por la cuota en unos mercados nacionales en Europa más competitivos que nunca. Sin embargo, por el crecimiento imparable del tráfico, la necesidad cada vez mayor de propiciar la telemetría y la conectividad de dispositivos autónomos y las limitaciones de capacidad de las frecuencias asociadas a las tecnologías de acceso móvil en uso, el lanzamiento de 5G no podrá demorarse más allá de la presión sobre las cuotas en un mercado activo, toda vez que las especificaciones técnicas (“versión 16” de 3GPP) estarán disponibles a mediados de año, según lo previsto, y por ello las prescripciones para la señalización en 5G podrán adoptarse en un plazo que permita acortar la convivencia de tecnologías 4G y 5G, obteniendo un mayor rendimiento de los nuevos dispositivos, cuya disponibilidad y precio seguirán no obstante siendo pieza fundamental para los planes comerciales de 5G.
Quizás esta pausa forzada sirva para calibrar la propuesta de valor tanto para los usuarios como para los operadores, asociada a 5G, especialmente en lo que concierne a las aplicaciones, particularmente en el ámbito industrial, que más puedan requerir la reducción de la latencia o retardo de 20 a 4 milisegundos. Con alta probabilidad los pilotos de Empresas previstos y apoyados por las Administraciones públicas sufran ciertos retrasos, ante el cambio de prioridades que impone la situación económica general, en la que ante la debilidad de la demanda la búsqueda de ahorros y la postergación de nuevos proyectos estarán en las agendas del sector privado. También esto puede llevar al aplazamiento de la licitación de la esperada banda de 700 MHz, ya liberada de su uso para la TDT y que debe ayudar a extender 5G a entornos menos poblados. Quizás el retraso por motivos económicos irrefutables se convierta en una re-evaluación de la frecuencia, con el impacto que esto pueda tener en la recaudación pública y en la rentabilidad de los modelos de negocio de 5G.
El paréntesis al 5G impuesto por la pandemia afectará presumiblemente de manera diferente según las geografías. Así, mientras China tenía operativos al menos 26,1 millones de dispositivos 5G a finales de Febrero (de los operadores China Mobile y China Telecom, toda vez que el tercer jugador, China Unicom no ha divulgado tal información) -sobre cerca de 1.600 millones de móviles, que representan el 30% del total de usuarios a nivel mundial, según GSMA- mientras en Europa y Estados Unidos el número de usuarios es prácticamente anecdótico, toda vez que el despliegue está limitado a un número reducido de zonas en grandes núcleos urbanos y la disponibilidad de terminales es muy limitada. Esto puede hacer que el vaticinio de la ventaja de China en el desarrollo de equipamientos y dispositivos, aplicaciones asociadas y soluciones basadas en 5G se confirme y la evolución de las comunicaciones inalámbricas de banda ancha siga las pautas de la industria china, no obstante la palpable y creciente animadversión que por razones diversas, -algunas comerciales, otras técnicas, otras geopolíticas- generan los fabricantes chinos en Occidente. Lo cierto es que la industria requerirá la diversidad de propuestas y desarrollos técnicos de todos los fabricantes, que no tuvieron la posibilidad de exhibir sus últimas novedades al no celebrarse el MWC a finales del pasado febrero.
¿Cómo podemos vencer al 5G americano o chino?
La adopción de una nueva tecnología de telecomunicaciones no es una cuestión de urgencia, ni siquiera de plazos. Frecuentemente las aplicaciones que requieren o mejor pueden aprovechar los rendimientos esperados acostumbran a llegar con posterioridad y aunque sea temporalmente el desvío del tráfico con mayor demanda de ancho de banda del móvil al fijo residencial está demandando más espacio en servidores y más capacidad en las redes de transporte, especialmente para el vídeo en directo. Adicionalmente, en un entorno de tarifas móviles planas y continua deflación del precio del Giga, que según la experiencia del tránsito del 3G al 4G no hace si no acelerarse, la venida del 5G sería ahora inconveniente, tanto por las demandas asociadas de inversión en red y sistemas cuanto por la vulnerabilidad de las bases de clientes sin compromiso de permanencia, debido a la facilidad de la migración entre operadores. Quizás antes de que 5G sea la tecnología móvil dominante en Europa habrá tenido que producirse la esperada consolidación de mercado, que no haría si no asumir la continua caída de precios como condición necesaria pero no suficiente desde la óptica de los reguladores para aprobar la concentración de oferta y propiciar la captura de las sinergias de costes, tanto comerciales como operativos, que sufraguen el nuevo ciclo inversor. La distinción fundamental entre operadores de red, cuyo número idealmente debe ser el menor posible para adecuar seguridad y continuidad del servicio y coste del mismo, y proveedores de servicios, cuyo número puede ser tan elevado como la dispersión de la demanda por diferentes criterios pueda demandar, debiera ayudar a plantear la oportunidad en términos que arrojen beneficios para todos.
Dejando aparte la referencia a los múltiplos sobre beneficios, tan volátiles en estos momentos, la diferencia enorme entre el coste de la deuda y la remuneración indicativa de los accionistas vía dividendo, que para algunos operadores, se acerca actualmente a 10 puntos porcentuales, hace pensar en la dificultad para sostener modelos de negocio expansivos y demandantes de fuertes inversiones en sistemas e infraestructuras.
El relevo tecnológico puede ser visto como un catalizador para la reforma del mercado, por razones eminentemente económicas. La contracción de la demanda puede llevar a una reflexión acerca de una tecnología en fase de maduración que si no fuese por las restricciones presentes podría adelantarse a su tiempo, consumiendo capacidades técnicas y recursos financieros que pueden no contribuir todavía a la creación de riqueza, rasgo incontestable de las telecomunicaciones en las economías modernas. En este sentido, la audaz iniciativa de Telefónica de dinamizar el mercado británico con la creación de una empresa conjunta con Liberty Media marca una pauta atractiva de potencial creación de valor que puede ser reinvertido en las tecnologías de futuro.
Cualquier retraso al inicio de la década larga que debe durar la comercialización de 5G, supeditada fundamentalmente a los límites físicos a la compresión de los circuitos integrados, podrá aprovecharse para mejorar la eficiencia de los canales de distribución, para agotar las pruebas necesarias para confirmar los beneficios esperados de los pilotos de casos de uso que todavía se mueven en algunos casos en el plano de la especulación, resolver aspectos éticos en torno a las condiciones de obtención, tratamiento y uso de datos personales, resolver cualquier inquietud suscitada recientemente sobre efectos para la salud de la radiación asociada a 5G y en última instancia para fortalecer el ecosistema digital en el que la conectividad ubicua, ininterrumpida y más económica pueda contribuir a la prosperidad global y al sostenimiento de la globalización.